COMO TODOS LOS DIAS


Todos los relatos han de empezar con la misma frase: "Como todos los días…" 


Havia arribat l’hora

Com tots els dies acabava la jornada asseguda al sofà.
 Buscava estar sola. Era un privilegi eixa estona en silenci; encara que es feia esperar. El seu voltant sempre demanava atenció, dedicació … fins el darrer minut.
Mai s’haguera imaginat que es puguera cansar de fer feliç el seu voltant.
Mai haguera pensat que l’únic que realment desitjava era temps. Un temps capriciós que es reia d’ella
Però volia guanyar eixa batalla… rendint-se. No oposaría resistència, era una tàctica passiva en la qual només importava el ara, el present. Calia no pensar què faria després ni què li havia passat.
Els sentits serien els seus aliats: escoltar el silenci, olorar el seu alé, tastar la seua saliva, vore el foc de la llar i notar la seua escalfor.
Tots aquestos anys havien sigut tan esgotadors que l’energia que quedava havia d’estar molt ben distribuïda. 

Havia arribat l’hora de pensar en ella.










La volteta



Com tots els dies es va despertar.
Un pensar que...  no tenia ganes d'alçar-se, i s'estava tan calenteta al llit... 
Com cada dia va sentir les seues suaus passes pujant les escales i més tard, poquet a poquet, avançar pel passadís sense fer massa soroll. 
Com tots els dies es va acostar al llit intentant llepar-li la cara, vulguen-li dir: estic ací, et vull i et necessite.
Com tots els dies la va acariciar i fer un esforç. Va buscar les espardenyes velles i posant els peus a terra li va dir: va, pesada, anem al carrer a pegar la volteta, estem vives i més tard segur que encara que fora per cinc minuts,eixirà el sol per a les dues.







Abecedario
 


Como todos los días Isabel prepara el cuaderno de caligrafía. Lo abre y observa las lineas escritas, se siente feliz. 
Si mira la primera página, las letras se ven escritas con inseguridad. En cambio, las últimas, puede decir con orgullo que su trazo es casi perfecto.
Junto al cuaderno coloca el libro de lectura. Ya va por la mitad. Del "mi mama me mima", ha llegado ya a frases largas y complicadas.
Isabel guarda el material escolar en su bolsa. Sale de casa, avanza por la calle, sonríe, saluda, camina con pasos cortos, lentos, pero seguros.
Su corazón lo siente joven, aunque la realidad  diga todo lo contrario. Finalmente llega a la escuela para adultos.
Antes de entrar tiene un recuerdo para sus padres. Murieron con pena por no haber podido dar estudios a su hija, con pena de ver cómo su Isabel era analfabeta. Tal y como lo fueron ellos. 
Pero la vida es maravillosamente sorpresiva, sube y baja, se expande y contrae, quita y concede.
Esta vez a Isabel, la vida  le ha regalado la última oportunidad.





La pregunta


Como todos los días,  la misma pregunta.

La pronta y escueta respuesta no se cierra, porque amén de los interrogantes que cada día se le suman, la pregunta lleva adherida el nombre de Chris Stewart, el gran escritor que se involucró en mi vida, dando la vuelta a muchas de mis arraigadas creencias y costumbres.
¿Cómo pude tropezar yo con este escritor si prácticamente ni leo?

Tengo muchos libros que compro pero el tiempo no me permite leerlos, y en lo que respecta a novelas podría aplicar aquello de.... he leído menos que dedos tengo en la mano.

La primera que leí fue hace un montón de años, pero no me indujo a continuar, por el calificativo que yo le daba entonces a leer novelas. Esta novela, ademas de subyugarme, me impactó por las fuertes escenas que el autor te hacía vivir, sobre todo la de: el hijo retrocedió sobre sus mismas huellas en la nieve, tras los setos, mientras su padre enloquecido, le perseguía. Todavía hoy sigo viendo la nieve con la profundidad de las huellas, aunque el autor no la describa.
Mi segunda lectura fue "El Resplandor" de Stephen King, que encontré perfecta.
El Código Da Vinci, mi tercera lectura, fue la causante de trastocar mi vida.
Pero en estos momentos, mis pensamientos los domina la cuarta y ultima novela que leí, fue impactante el encabezamiento de capítulos, de tal forma expuestos, que ningún escritor ha utilizado nunca, y que multiplicaban el continuo suspense. Titulo: El dia que se perdió el amor. Autor, Javier Castillo.

Volviendo a mis implicaciones con el gran escritor Chris Stewart, yo me pregunto ¿A quien puede interesar la vida rural de un pueblo perdido en la montaña, o cómo esquilan las ovejas? a nadie, eso no interesa a nadie, a menos que lo describa Christ Stewart, entonces si resulta fascinante, pues su lenguaje es tan ameno y sencillo que al leerlo todo el mundo piensa que cualquiera puede escribir, y yo no soy una excepción, a pesar que me encabezan contradicciones, pues mi fuerte han sido las matemáticas y como según creencias, letras y números están reñidos, jamás me planteé escribir, pero Chris Stewart con su novela "Entre limones", ha dado un giro radical a mis arraigos, pues ahora creo que números y letras si pueden ir juntos y me apoyo con el recuerdo de Leonardo Da Vinci.


Tengo también a mi favor que en mi pueblo, donde jamás se ha hecho un curso de escritura, ahora empieza uno dirigido por la escritora Cristina Laborda,  que es un sol como persona y como profesora. Hoy es el segundo día de clase y la pregunta de todos los días, con todas sus connotaciones peyorativas, ya tiene respuesta.




¿Porqué quiero escribir? porque creo que puedo hacerlo.
Aunque sinceramente tengo otra pregunta:  ¿Qué hago yo como novicia, en una clase donde todos los alumnos son expertos en escritura?








Vida 

Como todos los días... Si, como todos los días. ¡Madre mía!. Antes ni me lo planteaba. 
Podía ser un día monótono, estresante, duro, placentero, bueno...  podía ser una ensalada de situaciones, a la que uno le añade el condimento que crea oportuno. Pero uno no se lo plantea. Surgen las cosas según las lleves. Porque siempre había pensado que somos nosotros los que movemos los hilos de nuestras situaciones diarias, solucionando cualquier problema. Claro, todo esto lo piensas porque estás y te sientes fuerte.

Hoy estoy vivo, es así 
 como empiezo mi día, y él "como todos los días", se me hace insufrible y me corroe por dentro y por fuera. Aunque por dentro... ya ni lo sé. Porque ya no siento nada. Soy como un zombi que, como todos los días, realiza el trabajo por el cual hoy estoy vivo, mañana, no lo sé. 

Este trabajo, la verdad, surgió sin darme cuenta. Empezó cuando me metieron en un tren, por cierto, el viaje un desastre. Todos de pie y apretados durante tres días. 
Cuando llegamos nos separaron por grupos, nos dieron un uniforme, que si me iba grande, ahora mas. Nos raparon el pelo, nos metieron en un barracón y a trabajar.

Mi trabajo consiste en transportar cadáveres sobre una carretilla, de un sitio a otro. La verdad es que no sé de donde sacan tantos. El principio fue muy duro, pero después de un año, eres un cuerpo sin alma ni sentimientos. 
De vez en cuando muere algún compañero, ya sea por muerte natural (digámoslo así), o por un tiro en la cabeza. Esta parte es la que todavía no acabo de llevar muy bien, pero yo creo que me acostumbraré, ¿No?

Como todos los días, hoy estoy vivo.






Lluvia 


Como todos los días desde hace varias semanas, cuando me levanto, miro al cielo, miro el campo, miro el calendario … y me digo que  todavía no llega. 
El cielo sigue azul, sin nubes; el sol sigue calentando todavía … y ni una señal!
Por la mañana dicen que ha llovido, pero aquí no llega la lluvia casi nunca.
He de esperar un mes más o menos, no sé si tendré paciencia …


Me despierto sobresaltado, el viento hace que la persiana golpee la ventana, ¡ ya llueve!
El cielo está gris, con grandes nubes que se mueven deprisa. Abro la ventana. El aire huele de otra manera. Me gusta ese aroma a tierra mojada. Sonrío. Ahora sí. Ya me puedo preparar. El campo tiene otro color, el amarillo está venciendo al verde. El otoño ha aparecido con todos sus atributos.

Busco la navaja, el bastón, los guantes, el gorro y pregunto nerviosos ¿vamos ya?
Sí. Ha pasado casi un mes. El día ha llegado. Me pongo las botas Me abrigo bien. Cojo la navaja, el bastón y la cesta.
Hoy por fin me desvelaran el gran secreto de la familia: el lugar donde crecen los mejores rebollones en el monte.







Se'n van... 

Com cada dia, de bon matí, Ramon amb el seu bastó recorria els carrers costeruts del seu poble fins arribar a la Font de Baix. Caminava protegint-se del sol amb el seu barret, o apretant les solapes de la jaqueta gastada contra el seu pit.
Ell, des de sempre, havia viscut en aquell llogaret perdut entre muntanyes. Des de xicotet havia tingut obsessió pels números. Al vespre, després de recórrer prats i ribes es refugiava en el corral i un nombre li venia al cap : el d’ovelles que tenia.

Ara, ja jubilat, com cada dia, descansant baix l’ombra dels lledoners i bressolat per l’airet de les onze del matí, tancava els ulls i repassava. Amb  expressió d’alleugerament i veu cansada deia vuitanta-dos i cinc.

Mentre es preparava ja a poqueta nit sentí com s’allunyava un cotxe. Eixe dia no havia pogut eixir a passejar, estava intranquil. Alguna cosa intuïa com quan observant el cel a la posta de sol, sabia l’oratge que faria. 


A l’endemà, es despertà més prompte. Com cada dia recorregué carrers i places i comptava. 
Ja assegut sense fer esment al riure de l’aigua, tancà els ulls, i assentint amb el cap digué: setanta-nou i tres. Abaixà el cap, tancà els ulls i sospirà. 
Ja no podria abraçar el seu net  quan es llançava als seus braços en eixir d’escola.

L'Ajuntament, per boca del pregoner, anuncià: Degut a la baixada de natalitat el curs vinent no hi haurà escola al poble.


















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