NAVIDAD

Relatos inspirados en la palabra "Navidad". 




Recuerdos

El mes de diciembre, en mi infancia,  lo recuerdo como una sucesión de rutinas. Mi abuelo nos esperaba a la salida del colegio con el coche, pues hacía frío, mucho, y a menudo nevaba; merendaba y cuando acababa los deberes, empezaba a ayudar con los adornos de Navidad.
Empezábamos a montar el belén. Los mayores arreglaban alguna figurita, y todos íbamos a buscar musgo, corteza de pino y carbón de coque para recrear las montañas. El concurso de belenes era el aliciente para hacerlo espectacular, y ganamos una cuantas veces.
Cuando estaba todo en orden, a los pequeños nos dejaban echar la harina a modo de nieve y cada día adelantábamos a los Reyes Magos un poquito. 
No recuerdo qué día era, pero por la tarde nos reuníamos a escuchar la radio, un programa en el que el Pájaro Pinzón nombraba a los niños y a las niñas que se portaban mal. Yo no era muy buena, esperaba siempre asustada por si ese espía de los Reyes magos me había cazado en alguna trastada, y me quedaba sin regalo.
El día más esperado para mí era el día 22, el día de la lotería. Es el aniversario de mi abuela y el mío. La noche del 21 me dejaban ir a dormir a su casa. Al despertarme, mientras me vestía, escuchábamos el sorteo de Navidad. Por el mirador veía los carámbanos que formaban en el alero de la tapia y toda la huerta cubierta de un blanco manto.Por la tarde, mi abuelo preparaba una sartén encima de la estufa de carbón para saltar palomitas, Cuando se levantaba la tapa de la sartén, las palomitas se iban por todos los lados e iba como loca a cazarlas.
Ahora ya no nieva y casi todo ha cambiado. La familia ha aumentado: de 8 hemos pasado a 35,aunque el espíritu de hermandad entre nosotros no ha cambiado.




La niña de los ojos grandes

Sentado en el sofá, entre anuncios de perfumes, aparece una niña de ojos grandes que me hace reflexionar sobre la Navidad. Sonrío al verla y me enternece. 
Salgo a la calle. Gente apresurada y gesto serio invade las aceras de la ciudad. Ya en el tranvía, un niño sentado junto a su madre, señala con admiración los adornos navideños de los escaparates. 
-   ¡ Mira, mamá: papá Noel!
Su madre asiente y lo mira con ternura. Al niño se le ve ilusionado ajeno a la multitud que le rodea. Yo veo a un mileurista resignado a vagar por las calles entre la indiferencia de los transeuntes.
La niña de ojos grandes decía: “Creo que si miras bien hay elfos”.Yo vuelvo a mirar, pero sigo viendo personas absortas en su mundo. 
Pasadas la celebraciones llega la cabalgata. Veo reyes ágiles, con sus capas, su corona ladeada sobre rizos sintéticos, veo la piel tersa de su cara o embadurnada con betún, presumo su sonrisa oculta tras sus barbas ensortijadas. Cierro los ojos e imagino la aparición de un calvo que sople polvo mágico y convierta a los reyes en viejos sabios, arrugados y quejumbrosos, que dulcemente atienden a los niños y niñas y les devuelva sus sonrisas.
Pasadas las celebraciones, releyendo un libro de mi juventud, levanto la mirada del libro y repito en mi mente: “Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Quizá debería pedir a los reyes, en los que no creo, recuperar el espíritu de la Navidad. O también practicar mindfulness.



Feliz año nuevo. 

Entró en el dormitorio y abrió el armario. Buscó un vestido con florecitas en tono rosa, que había comprado para una ocasión especial. Se miró en el espejo, el pelo alborotado se burlaba de ella: a ver si eres capaz de domarme. 
Se observó. Su rostro denotaba el paso del tiempo,  sus ojos estaban tristes, sus parpados caídos... ¿y aquellas arrugas desde cuando estaban allí? si su corazón lloraba y reía igual que cuando tenia 20 años! 
Qué deprisa había pasado la vida algunas veces, sin embargo en momentos difíciles, el camino había sido más largo; no llegaba nunca a casa, a ese hogar con unos niños pequeños que jugaban, discutían, y al poco estallaban en carcajadas. 


Peleó con su pelo, se maquilló lo mejor que pudo, no era muy habilidosa con los pinceles. Y con sus florecitas rosas revoloteando, bajó las escaleras, entró en la cocina y se dirigió al frigorífico. Allí guardaba una botella de champán francés, su preferido. Se lo merecía. Se sirvió una copa y brindó con su chico que le sonreía. Estaba elegante, aunque había envejecido un poco. 
Feliz año nuevo -  dijo ella sonriéndole también. 
No pudo darle un beso, les separaba la pantalla de la televisión. 






Pato a la Naranja 

- ¿Dónde está?  ¿ Dónde está? Decidme dónde está.
Al oír los gritos, la pequeña que iba corriendo a irrumpir en la cocina, se detuvo de inmediato y sigilosamente se escondió detrás de la cortina que daba allí.
La cortina llega hasta el suelo, pero como por su parte lateral no queda completamente pegada a la pared, forma un huequecito desde el que puede observar la estancia.

¿A quien buscarán? ¿Será a mi hermano el matarife? ¿Qué habrá hecho ahora? la abuela siempre dice que mi hermano ya de muy pequeñín hacia todo lo que veía hacer. Una vez vio que mis padres mataban un pollo y lo pelaban, y al día siguiente fue al gallinero, cogió una gallina y casi la dejó sin plumas y con la piel ensangrentada... menos mal que llegó mamá, pues pobre gallina, la estaba desplumando viva. Ahora tengo miedo a salir, por si se ensañan conmigo, pero para llegar al árbol de Navidad que está puesto en el comedor, tengo que pasar por la cocina. LLevo mis tijeras de cortar papel, para abrir los regalos un poquito, y poder ver lo que esconden. Si salgo corriendo muy aprisa no me cogerán, a no ser que me atrapen por mis largas trenzas, como hacen algunas veces mis amiguitas... Tantas veces que le he dicho a mamá que me las corte, como se las cortaron a mi amiga Suni, que ahora lleva el pelo corto y no tiene que aguantar como yo los tirones que me dan cuando me peinan. Además, por culpa de las trenzas llegamos tarde a la piscina, pues a mi madre cuando va conmigo, la paran por la calle y le dicen que yo tengo "contraste", por tener unas gruesas y largas trenzas, el pelo muy negro y los ojos muy azules. También dicen que soy muy guapa, menos mal, porque he preguntado muchas veces qué es "contraste" y no me lo aclaran, pero como últimamente me dicen que es algo bonito, ya no pregunto. A veces nos para su amiga, la que no ve bien, pero no lleva gafas, dice que yo tengo una rosa en cada mejilla y un rojo clavel en los labios, pero yo no llevo ninguna rosa ni ninguna flor. Pobre señora, qué mal tiene la vista. ¡Uyyyy, hay zumo de naranja! allí, en la mesa de la cocina. Uhmmm me lo bebería, y también me comería las naranjas que hay al lado. El zumo también le gusta mucho a mi hermano Javier, que es el mayor y tiene tantos años como Sara y yo, que tenemos seis. Lo recuerdo porque es media docena. Mas los que tiene mi hermano Francis que son once. Tampoco se me olvida, porque son los mismos que tienen los cupones que compra mi madre, por eso les llaman los cupones de La Once. A Javier también le gustan las naranjas, pero ahora no se si comerá, pues está en Inglaterra, para coger al inglés... No sé si Sara y yo nos podemos llamar hermanas, pues siempre nos dicen Sara y Tina, las gemelas. Ahora llega Sara con su abu abu gritando y con cara de muy asustada. Abu es la abuela: la llama asi desde que empezó a hablar.

La abuela esta en la cocina muy enfadada y parece que busca a alguien pues no para de preguntar dónde está. Lleva los manguitos y el delantal grande blanco que se pone cuando tiene que cocinar mucho rato. 
Sara entra en la cocina muy asustada, y gritando: 

- Abu, abu, el pato corre por todo el patio sin cabeza. Corre, corre y no tiene cabeza!.
- Si chiquita- le dice la abuela - tu hermano no degüella, tu hermano decapita, es un gran matarife y esos patos mudos tienen tanta sangre que les cuesta bastante morirse. Menos mal que el pato ha aparecido, pues cuando desapareció, pensé que esta Navidad no comeríamos pato a la naranja. 





Taula, campanades i regals

Un mos al massapà de manteca m’ompli de melassa la boca, la mucosa nasal m’embriaga amb l’olor.
Quin muntatge aquesta Nit de Nadal, com una moneda que indica que tot té dues cares: molt o poc,  massa o res,  tristesa o joia, silenci o nadales.
Menjar de Nadal, malèvol dia que ens entaula com comensals desmesurats.  Molts  manjars, tot melós, massa mel, massa melsa, molta melàngia per aquells que no en tenen, ni hi son.
 Umm… què bo!!!  
Bon pla amb els clincs de les copes quan pletòrics celebrem, com si forem un gran clan, els clongs de les campanades que ressonen com un clam, clavant-se al clatell després d’entrar en el clot del clavari de la beguda, que esclata en forma de bambolles.
Clinc, clinc…feliç Any!!!!

Rememorar per a espantar la rancúnia, per a espantar el dolor i la mala consciència, per retocar la ràbia  i mitigar-la; sense destrossar els rituals i concentrats en mostrar el millor de cadascú.
Cal rascar per a trovar, ben endins, una espurna d’amor i d’esperança i que perdure tot l’any.
 Tres Reis. Tres regals. Tres rituals…aquest és el final.

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