Relato inspirado en recuerdos de las fiestas locales de Torreblanca

 


¡Torreblanca! Mi querido pueblo.


Irme a vivir lejos de él, me había costado ponerme enferma de nostalgia―ese fue el diagnóstico del médico.

Por suerte, todos los veranos desde que tenía cinco años, los pasaba allí. Era mi sueño, el tiempo más esperado del año, disfrutando de las amigas, de la familia, de mi querida abuela… Lo que me mantenía ilusionada todo el año.

Aquella mañana del veinticuatro de agosto de la década de los sesenta, me había puesto mi mejor vestido, encima de las enaguas que había almidonado unos días antes, y los zapatos nuevos comprados hacía poco. Cogí el pequeño bolso y me fui a misa de doce con las amigas.

―Son las fiestas del pueblo ―pensaba―voy a vivirlas todas, después tendré que irme y esperar al año que viene.

Al salir de la iglesia disfrutábamos de un pequeño concierto que daban en la calle, en el bar conocido por el “Pincho”. La plaza y los bares de alrededor estaban llenos de gente tomando el vermut.

Los días veinticuatro y veinticinco de agosto eran días de misa mayor. El día veintiséis se hacía la conocida como “subasta de los carros”. La plaza se construía con los carros de ir al campo, con tablas y cabirones de madera. Se encargaban de ello los hombres, chicos y mayores, las mujeres no intervenían en esas cosas, y otras muchas.

Una vez construida la plaza de toros, a las doce de la mañana hacían la entrada, tiraban tres cohetes y al tercero soltaban los toros. Los mozos corrían delante de ellos. El recorrido era por la calle San Jaime, pero muchos años después la trasladaron a la calle San Antonio, al ser más ancha.

Por la mañana toreaban tres toros y por la tarde seis, con una pausa para merendar.

La plaza estaba llena a rebosar, había unos cuantos hombres del pueblo, algunos de ellos algo mayores que salían a torear, incluso les tocaban los cuernos y el lomo, eran unos valientes, la gente aplaudía entusiasmada.

Cuando terminaban los toros, íbamos al cine, había dos cines de verano, donde se podían ver dos películas, y alguna estrella fugaz si levantabas la vista al cielo. Entre una película y la otra, había un descanso, podías salir a la calle y comprar rosquillas, altramuces, cacahuetes y alguna otra cosa, a dos señoras que tenían puestas sendas paraditas en la puerta.

Después del cine hacían baile en la misma plaza de toros, ya que entonces no ponían arena como ahora.

Terminadas las fiestas, los chicos se reunían en la calle San Antonio, en “els quatre cantons”, a tirar cohetes borrachos. Un año nos dimos un tremendo susto, cuando a un chico que llevaba los cohetes en el bolsillo del pantalón, se le incendiaron. Los demás se esforzaban en quitarle la correa para bajarle los pantalones, pero estaban tan nerviosos que no lo conseguían, hasta que otro chico se le ocurrió darle un tirón y romperle el bolsillo, entonces cayeron todos los cohetes al suelo.

Afortunadamente no pasaban incidentes de gravedad ―que yo sepa—ni con los toros ni con los cohetes. Aunque este último sí que hubiera podido ser grave, pero afortunadamente se resolvió bien.

La última noche disfrutábamos de los fuegos de artificio, algunos años tiraban tantos y eran tan bonitos, que iluminaban el cielo y por momentos parecía de día.

Así eran las fiestas del pueblo en mi niñez y juventud, alegres, bulliciosas, maravillosas.  


Isabel



El cadafal.  

 Jo tindria tretze anys i com quasi tots els estius era al poble després d'haver passat el curs amb bones notes. Per a mi estar a Torreblanca era un alliberament. Em deixaven eixir a la nit amb les amigues una estoneta, amb la colleta.

Els dies passaven de pressa i quan ens van adonar, estàvem a festes quasi.
Les meues amigues eren més espavilades que jo i a més vivien al poble, per la qual cosa coneixien a tothom. Una vesprada em van dir totes emocionades:
Este any tindrem cadafal.
Quina il·lusió! Mai havíem tingut.
—¿Cadafal?— vaig preguntar jo.
—Sí, sí.
—Coneixem a una colla de xicuelos que ens han dit que podem anar totes les vesprades al seu.
Què gran notícia!
I allí que vam anar totes el primer dia de bous.
—Quina escala més empinada! Però des d'allí la plaça es veia molt bé.
Vam passar la vesprada rient, entre bojada i bojada. A la nit vam anar al ball, i aquells xicuelos ens van traure a ballar a les cançons lentes, però cap vam voler eixir, en no parèixer-nos massa ben plantats.
Al dia següent ens vam presentar a hora de bous totes contentes i quan vam arribar al cadafal... ¿On era l'escala?! ¿L'havien llevat!
Estaven enfadats perquè no havíem volgut ballar amb ells la nit d'abans.
I allí baix ens vam quedar, bocabadades, sense lloc on veure els bous totes les festes.

 

 Teresa  



Fiestas años 60-70

 

Torreblanca es el pueblo donde nací.

Aquí tengo mi familia y amigos, fui a la escuela, a bañarme en el mar de Torrenostra, en fin, es donde ha transcurrido mi vida. Pueblo tranquilo, gente sencilla y humilde, mayormente agricultores.

Una vez al año se aparcaba la rutina al llegar sus fiestas patronales del 24 de agosto.

Empezaban la víspera con el típico Pregón: niños disfrazados y carrozas engalanadas. Las elegidas como mejores tenían premio, por lo menos para recuperar los gastos ocasionados.

Día 24. San Bartolomé. Misa y procesión. Seguían días de toros y bailes.

Recuerdo especialmente la montà de la plaza, toda la juventud montando los cadafales, con carros que habían en casi todas las casas. Igual el mismo día ya sacaban alguna vaquilla. Por las noches bailes, en los que actuaban las mejores orquestas y cantantes del momento. Había concursos de mantones de manila. Carreras de sacos para niños, yincana para los mayores, etc 

Uno de los actos más populares era la torrà de la sardina, a la que seguía la famosa entrà de toros, hasta llegar a la plaza, donde había una pequeña demostración. Luego le seguía el vermut, la gente se repartía entre los bares hasta la hora de comer. Y así eran diez o doce días.

En casi todas las casas llegaban invitados para pasar esos días de fiesta. Mi casa no era la excepción, venían amigos y familiares. Todas las habitaciones llenas. Yo feliz.

Había llegado el final de las fiestas: los amigos se iban, la casa se quedaba vacía, yo estaba de muy  mal humor y de nada me ponía a llorar.

Aquí termina mi relato.

Hasta el próximo año.

 

 

Paquita 


Las fiestas patronales de Torreblanca comienzan el 24 de agosto. Para mí, las mejores fiestas que he pasado han sido las que mi hija Sara Bellés, ha participado, en el año 78, como Reina infantil elegida por la comisión de fiestas. 

Cuando en las fiestas alguien de la casa participa, te lo pasas muy bien y disfrutas de todas las cosas que hacen, como el Pregón, la Presentación, las procesiones, las verbenas, las entradas de toros…

Si tienes a alguien de casa que sea de las fiestas, no puedes perderte nada.

 

Sebastiana



Final de festes

Recorde que estàvem prop de casa quan els coets borratxos ens perseguiren. Era el final de festes, i com dictava la tradició, alguns dels joves més llançats, amb bosses plens de correcames, recorrien els carrers del poble. Era perillós, en alguna ocasió algun accident havia deixat seqüeles.

Després del castell de foc ens n’anavem al ball. Però al tornar a casa ho fèiem amb por i alhora amb emoció; una sensació de perill i risc que ens envoltava.

Estava fora del programa, però tothom savia que eixa nit el soroll omplia tots els carrers. Al principi xiulava i es movia de manera anàrquica i desbaratat, però acabava amb un fort esclat.


Alicia



L´OFRENA AL CRIST DEL CALVARI

Clara era una jove d´un barri de Valencia que per primera vegada estiuejava a Torreblanca. La familia va decidir llogar un apartament per al mes d´Agost i passar les vacances a Torrenostra, quasi a vora mar.

El pares tenien amistats que coneixien la zona, i Clara molt prompte va fer un grup d´amics del poble.

Conforme passaven els dies s´anaven acostant les festes patronals. Eren les festes d´agost en honor al seu patró : Sant Bartomeu. Gràcies als amics del poble, anava coneixent les tradicions més populars i per fi va arribar la semana gran. Ella estava disposada a participar en tot i gaudir al màxim.

El día del patró per la vesprada, les seues amigues li havien dit que anaven a l´ofrena de flors al Crist del Calvari. Elles de menudes, havien segut dames d´honor de les festes i eixien a l´ofrena en representació del seu any. Clara va decidir anar a voreu pel seu conter i gaudir-lo des de fora.

En arribar a la plaça va vore gran quantitat de xiques de totes les edats ben vestides i amb la « banda » que identificava l´any que havien segut dames i regines de les festes. I el més important: totes portaven un ramell de flors a la mà.

Va començar la desfilada. Un altaveu les anava nomenant i anaven caminant en direcció al Calvari.

Clara, en vore passar les seues amigues, va anar també amb la resta de la gent que hi participava.

En arribar dalt de tot, va vore una xicoteta ermita envoltada de pins on li havien dit que estava la imatge del Crist a qui el poble tenia gran devoció.

I li havien dit be. Davant mateix havien alçat una estructura de fusta en forma de creu, la creu que representava al Crist, i fins alli arribaven tots els ramells de flors, portats tant per les dames com per la resta de gent que s´havía acostat fins allí.

L´estructura de la creu anava agafant forma, la forma d´un mantell tupid fet per tots aquells clavells portats pels veïns i forasters amb tant de sentiment.

Clara es va sentir emocionada. Ella havia vist ofrenes a Valencia, a Castelló… on els mantells de flors de les Verges eren més grans i més fastuosos que aquella creu de fusta davant l´ermita del Calvari de Torreblanca. Però sí que  hi havia una cosa en comú amb la resta d´ofrenes: el sentiment i el fervor que aquell xicotet poble li demostrava al Crist en el día gran de les seues festes.


Sandra

Comentarios

Entradas populares de este blog

INDICE / ENLACE RAPIDO A LAS ENTRADAS DEL BLOG

8M DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Relato Los colores.